MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los verdaderos intereses de la democracia mexicana

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México es un país democrático, una república en donde sus ciudadanos tienen la oportunidad de elegir a sus representantes estatales y nacionales a través del voto. Vivimos pues en democracia, pero con enormes imperfecciones y daños, que coexiste con una crítica mediocre que les impide a los mexicanos saber por qué siendo ellos quienes eligen a sus gobernantes, viven cada vez peor.

Cada periodo electoral donde tenemos la oportunidad de ejercer nuestra “libertad de voto” y disfrutar de nuestra democracia, nos pintan como en una paleta, los distintos colores y sabores pertenecientes a la variedad de opciones partidarias. Las calles se llenan de activistas y movilizadores que nos llevan como en una subasta a sus mejores productos, vendiéndonos sus características como únicas e inigualables. Y nosotros, como quien va al supermercado para abastecernos de las mejores ofertas, con los mejores descuentos y procurando elegir los productos de mejor calidad, nos acercamos a aquellos que nos ofrezcan los candidatos con estas características. Durante todo este periodo de compra y venta, feliz la gente logra obtener una cubeta, una playera, paraguas, gorras y cuanta cosa que lleven a cuestas los vendedores de ilusiones para llamar nuestra atención. Al final de la jornada y cuando México eligió a su mejor representante, quedó demostrada la aplicación de una democracia efectiva. 

La democracia así le permite llegar legalmente a los puestos gubernamentales a quienes se lo ganaron por las características que eligió la gente, pero la misma democracia no cuenta con la capacidad de obligar al representante a cumplir con su palabra, y si la gente quiere hacer uso de nuevo de su “libertad” exigiéndoles que cumplan lo que prometieron, aquellos los desconocen y se comportan como unos superiores a quienes se les debe respetar y no molestar. Y a quien se atreva a perturbar su tranquilo puesto en la silla presidencial o gubernamental, si alguien osa contradecir sus posturas, lo acusan de reaccionario y traidor a la patria como sucede actualmente. Por tales razones, no es de sorprender que cada seis años la cantidad de votantes vaya decreciendo, pues al encontrar siempre la misma respuesta, los mexicanos van decepcionándose, eligiendo no participar en las contiendas y dejan la decisión en manos de los pocos que vayan a las urnas a votar.

Entonces ¿Por qué los mexicanos vivimos en tanta miseria si somos nosotros quienes tenemos la “libertad” de poner a los representantes del país que prometieron llevarnos a un mejor futuro? ¿Qué erosiona la iniciativa de democracia? El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se ha manifestado afirmando que la pobreza y la desigualdad y el déficit en el estado de derecho pueden corroer el edificio democrático y la confianza que debe generar. Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha enfatizado en que la débil cohesión social que existe en las sociedades latinoamericanas puede ser fuente de tensiones y conflictos. Y en efecto, una sociedad polarizada, escindida, fragmentada, donde a sus habitantes les violan sus derechos, donde a todo aquel que critique las políticas que se aplican lo amedrentan y calumnian, no es el mejor hábitat para la reproducción de un sistema de gobierno cuya premisa fundadora es la de la igualdad de los ciudadanos. 

Sabemos que cuando aquellos que ocupan esos puestos de poder, y que demuestran todos los días la verdadera razón por la cual querían ocupar un puesto público, quieren callar a quienes les descubren sus trapos sucios lo logran. Y de esta forma, cuando el poder no encuentra límites se acrecienta y se ensancha. Por eso no resulta sorprendente que, hasta el día de hoy, cientos de periodistas sean víctimas del asedio y las desapariciones. Los márgenes de impunidad tienden a ampliarse para todos los críticos de la sociedad y la capacidad de defensa a reducirse, pues los ataques vienen desde los más altos mandos del país, por parte de aquellos que fueron elegidos por la gente para ser sus representantes, como el caso de López Obrador, quien no solo ha utilizado las tribunas para mentir y evidenciar su ignorancia e incapacidad de mandato, sino también para agredir a organizaciones sociales como el Movimiento Antorchista, para llorar cuando se le acusa de algo, para atacar a quien se atrevió a acusarlo y exigirle que realice su trabajo. Y para colmar el vaso: “Un gobierno sin corrupción no sirve para nada”, fue lo que admitió en su mañanera del 15 de junio. 

La idea de democracia, de libertad, de futuro, pueden desplegarse solo como ideas, pero su cristalización difícilmente se da en un país donde los intereses son los que mandan. Hoy más que nunca en la historia de México, la constitución, los derechos humanos y la libertad de expresión caminan sobre la cuerda floja. La esperanza y fe de los mexicanos en la democracia, por la misma razón de que ven en ella, natural y cotidiano que se viva siempre en las mismas condiciones, independientemente del color y nombre del partido en el poder, se ha transformado en desencanto y repudio. Lo que hace falta no son más opciones de partidos, si no una única organización poderosa que defienda los intereses de sus integrantes y luche por ellos, una que no se canse de luchar defendiendo sus ideales aun y cuando las metas se vean muy lejanas. Ya existe en México y es el Movimiento Antorchista. Sí, aquella a la que López Obrador sigue recordando cada vez que puede desde sus mañaneras. Pero pregúntese, amable lector, ¿por qué será que siempre ataca a la organización? El artículo tiene la respuesta y usted también, solo falta decidirse.
 

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