Con una producción de maíz 50 % menor a la que se obtuvo el año pasado, el país se encamina a una mayor dependencia alimentaria, lo que contradice fehacientemente las promesas hechas por el actual Gobierno federal, en las cuales se mencionaba, como una de las prioridades, alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Incluso se implementó un programa federal (Producción para el Bienestar), al que se le asignó esa tarea en específico.
Sin embargo, la realidad demuestra una vez más, que los buenos deseos, aunque sea por ingenuidad política, se convierten en demagogia que hacen mucho daño al pueblo y, al parecer, estamos cerca de atestiguar la agudización del colapso en el campo, la ruina de los pequeños productores y los problemas económicos y sociales que se derivan de este fenómeno.
Habrá que reconocer que la ausencia de lluvias en 2023 provocó una sequía tal vez atípica, que afectó en promedio al 70 % del territorio nacional; esa es una parte de la realidad a la que se aferran quienes justifican el fracaso de una política que prometió colocar el beneficio de los pobres en primer lugar y que, sin embargo, con el paso del tiempo se fue deslavando, y demostró su médula neoliberal, igual que aquella a la que dijo combatir.
Pero ocultar su responsabilidad como Gobierno con el pretexto de la falta de precipitaciones pluviales es una simple artimaña que, al igual que sus promesas, más temprano que tarde mostrará su verdadero rostro en el incremento del hambre de nuestro pueblo.
La otra parte que no se quiere reconocer es que, ante un eminente peligro para la población, de índole social o natural, cualquiera que este sea, el Gobierno tiene la posibilidad de implementar medidas precautorias, planes y programas destinados a proteger a la población, sobre todo a la menos favorecida económicamente.
Como en los anteriores casos en que se requiere enfrentar las contingencias que impactan de manera directa y en ocasiones brutal a la población humilde, no se actúa a tiempo, dejando a las personas a su suerte o en el mejor de los casos, que ellas enfrenten con sus propios recursos las consecuencias que provocan estos fenómenos adversos; ya tendrá tiempo el señor presidente de encontrar culpables sobre quienes descargar la indolencia de su administración.
¿Cómo explicarse que en el país haga falta maíz y que ciertas empresas incrementen sus ganancias comercializando los productos derivados de este grano?
De acuerdo con la información de los agricultores, la sequía no fue el único factor en el desplome de la producción de maíz que calculan entre el 40 y el 50 % el aumento en los precios de los combustibles, fertilizantes y la eliminación de los precios de garantía, son también otros elementos que repercutieron y, a diferencia de la precipitación pluvial, estos sí dependen de las acciones que implemente o deje de implementar el Gobierno federal.
Uno de los indicadores que demuestran el aumento de la dependencia alimentaria y del declive de la producción de maíz en nuestro país es el incremento en la importación de este grano indispensable en la alimentación de los mexicanos. “Entre enero y noviembre (de 2023) las importaciones ascendieron a 18.2 millones de toneladas, lo que representa un alza de 16.9 % respecto al mismo periodo de 2022” (4 de enero de 2024, El Economista). De acuerdo con esta información, este aumento en la compra de maíz del exterior representa un incremento en el gasto de 7.6 % al contabilizar 5 mil 366 millones de dólares.
La importación de maíz no resuelve el problema que se genera entre los campesinos por la raquítica producción obtenida; los primeros que adquieren el grano son las grandes empresas como el grupo Gruma-Maseca, que comercializan en nuestro país y en el extranjero los productos obtenidos de esta oleaginosa, junto a otros acaudalados ganaderos y agricultores, dejando el resto a los pobres labriegos cuyos recursos económicos no les permiten compararse con los grandes acaparadores. Resulta evidente que los principales beneficiados por esta medida, en el caso de que se implementara para ayudar a la población humilde, son los grandes empresarios.
En el primer trimestre del 2023, el grupo Maseca registró una utilidad de 75.9 millones de dólares, lo que representa un incremento del 24 % en sus ganancias. Si el consumo en nuestro país, contabilizando también al sector pecuario, requiere de una producción en promedio de 46.3 millones de toneladas (Juan Carlos Anaya, director general del GCMA, citado por El Economista), de las cuales sólo se producen 26.7 millones de toneladas en nuestro país, la dependencia del exterior es evidente. Sin embargo, lo que el Gobierno compra al exterior y que debiera disminuir la falta de este alimento entre la población, distribuido a precios accesibles, es aprovechado por otros para incrementar sus ganancias.
¿Cómo explicarse que en el país haga falta maíz y que empresas como las ya citadas incrementen sus ganancias comercializando los productos derivados de este grano? Es visible, por tanto, que la importación de este producto aumenta la dependencia alimentaria y en nada ayuda a los campesinos pobres, los cuales no podrán contar con alimento para ellos ni para la cría de sus animales ni tampoco con dinero para la compra de los productos de la canasta básica al no haber obtenido una buena cosecha por falta de apoyo gubernamental.
Dinero hay, pues no se han dejado de pagar impuestos; sin embargo, a pesar de la emergencia que se vivirá en el campo mexicano, el Gobierno morenista sigue inyectando recursos para sus megaproyectos. Tal parece que su consigna fuera: ni un peso para ayudar a la población; todo para los grandes empresarios.
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